miércoles, 26 de octubre de 2016

DICTADOS: SONIDOS J Y R FUERTE

Jorge en el desván
Aquella tarde, Jorge estaba aburrido, así que decidió subir al desván. Se acercó a la puerta, miró por la cerradura: todo estaba oscuro, pero se oía un runrún. Sonrió pensando que serían ratones que correteaban por los rincones. Descorrió el cerrojo y se abrió la puerta, que chirrió como un pajarraco. Ante sus ojos había bultos tapados con sábanas, una lámpara rota, un cuadro horrible de un señor con bigotes y cuerdas y cables enredados por todas partes. Era demasiado arriesgado adentrarse allí. Así que cerró de un portazo y se precipitó escaleras abajo mientras llamaba a gritos a su madre.

Un orangután en la ópera
Parece una historia muy rara, pero asegura quien me la narró que pasó de verdad. Ocurrió en el estreno de una lujosa ópera. El teatro estaba abarrotado, y el público, lejos de aburrirse, disfrutaba del torrente de voz de los cantantes. Una señora le susurró al oído al joven que tenía a su lado si no le parecía maravilloso. El corpulento joven se volvió hacia ella luciendo la más enorme de las sonrisas y aplaudiendo con sus peludas manos. Era un orangután que se había escapado del circo y que, sentado en su butaca, escuchaba respetuosamente la música.

El valle de los robles
La primavera construye su increíble paisaje estos días de mayo. Las últimas lluvias han dejado un suave manto de hierba y los abejorros hacen sus nidos debajo del musgo. En las orillas del arroyo crecen los narcisos. Los árboles exhiben las yemas que los llenarán de hojas. Las yeguas salvajes trotan alegres con sus potrillos. El espectáculo es una maravilla. Recorrer el valle estos días ayuda a sentir la alegría de la naturaleza recién salida del invierno.

El explorador tímido
Cuando era pequeño, cada vez que me tenía que disfrazar no dejaba que mi madre me vistiera. Salía corriendo como una bala porque era muy vergonzoso. Gracias a Javier, mi tutor, conseguí vencer la timidez actuando en una obra de teatro. Me dejó elegir el papel de explorador, que era el disfraz que me parecía más digno. Mi madre me compró un traje de camuflaje y me dibujó unas hojas en la cara con un maquillaje verde. El día de la representación estaba muy tranquilo y, aunque un abejorro no paró de molestarnos, la obra fue un éxito.